sábado, 11 de julio de 2015

Y caer en la vulnerabilidad.....

Era casi irreal, como un sueño o una aparición, salvo porque él sostenía mi muñeca, apretándola con una fuerza descomunal de la que yo ni si quiera era consciente... en aquel momento, en aquel preciso instante, estaba más cerca de la muerte que de aquella vida que me provocaba tanto dolor. De pronto fui consciente de la lluvia que caía sobre mi empapándome y aun así, no podía sentir su frío tacto en mi piel. Era como si aquella ya no fuera yo.... por un momento lo miré a los ojos y sin más lo supe, aquella definitivamente no era yo. Me gustaría decir que fui feliz, que durante muchos años había sido feliz a su lado, pero lo cierto es que al final solo recordaba sus golpes y desprecios. En el fondo sabía que no habían sido tantos, pero sí los suficientes para romperme por dentro y saber que jamás se volverían a unir aquellos trozos en los que había fragmentado mi interior. Y cada amanecer miraba con esperanza el nacer de un nuevo día para luego al llegar el crepúsculo, llorar amargamente el final de cada nueva oportunidad perdida... Vivía temerosa de las noches, temía dormir a tu lado y despertar con el cuerpo perlado en sudor, perdida en la oscuridad en la que me envolvías, cerrando los ojos con fuerza para no sentir tus caricias, para salir de mi propio cuerpo deseando huir con todas mis fuerzas de mi misma... tú y solo tú eras la razón por la que ya no deseaba habitar mi propia piel. Solía decirme una y otra vez que la culpa era mía, era más fácil que enfrentarme a la realidad, enfrentarme al aterrador hecho de que mi amado era ahora mi enemigo. Lejos quedaba ya cuando sentí que perdía la vida sin ti, que moría por rozar tus labios y que sellaba cada beso que te daba con lagrimas para luego saborear el salado amargor del miedo a perderte... no sé como pasé de eso a desear una pronta muerte para huir del castigo de tus labios y la prisión de tus abrazos. Solo necesitabas abrir el sello de tus labios y mi piel se rompía y rasgaba por tu afilada lengua asesina con palabras hirientes que me marcaban como hierros candentes. Ni si quiera sabía como podía sobrevivir a cada enfrentamiento ni de donde sacaba las fuerzas para luchar contra ti... ahora sé que estaba desesperada por huir y a la vez me sentía condenada a ti. Es duro decir eso en voz alta... es duro decir que te odié mas de lo que te quise. Es duro hablar si quiera de ti... alguien de quien tuve la valentía de escaparme. De haberme quedado todo habría terminado de manera diferente... porque dentro de mi conocía cual sería mi destino si me quedaba a tu lado. Y aunque deseé la muerte mas de mil veces lo cierto es que decidí huir, desnuda y con el cuerpo roto del frío, pero a salvo de tu cálida sentencia a la inexistencia, condenada a la aniquilación más cruel, la que te destruye un poquito cada día hasta convierte en la nada más absoluta. Y casi lo fui... casi consigues convertirme en tan solo un eco lejano que nadie podría llegar a oír... y yo casi te dejo hacerme eso. Volví a mirar a mi alrededor, la lluvia seguía cayendo profusamente sobre mí.... y solo quería gritar, gritar con todas mis fuerzas para dejar de ser un eco que nadie pudiera oír. El grito ahogado de mi interior se transformaron en un mar de lagrimas. Y lloré, y lloré a gritos y lloré tanto que se rompieron las paredes en las que me habías encerrado y todo se vino abajo y aunque temí terminar sepultada bajo mis propias ruinas, lo único que sentí es que al fin era libre, libre sin ti... Al fin sentí tu mano aferrado a mi muñeca de manera salvaje y el frío de las gotas de lluvia cayendo sobre mi. Ahora que era real decidí que el eco lejano serías tú.... porque ya no eres nada para mi. Sonrío, porque soy consciente de lo terrible que tiene que ser eso para ti....

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